Viendo una foto de un rebaño
grandioso de ovejas adornando el devenir de un día en apariencia normal en
nuestra ciudad de Córdoba, me representa el espejismo actual de la vida que nos
ha tocado afrontar en estos tiempos. La estampa repleta de seres lanosos, envuelven a un hombre cargado de años, de trabajo,
conduciéndolos por ese desierto de asfalto en el que lo más verde en la visual apariencia,
son largas ramificaciones semafóricas.
Decía, que ese señor y sus obedientes herbívoros, podrían representar
con toda transparencia y realidad a lo que hoy en día somos, borregos y ovejas
al servicio de uno. Todo mi respeto y admiración hacia ese señor que encima
conozco. Introdúzcanse en el paralelismo. No se queden en el pastor.
Somos así, un rebaño de ovejas
aletargadas, apiñadas, temerosas de despegarme del tumulto, no recibamos un garrotazo. Eso es Córdoba,
Andalucía, España,… un tremendo prado habitado por rebaños cercados, que apenas
salgas de la valla, zas! Zarpazo y para dentro. Esas ovejas, las de la foto
digo, esas son más inteligentes que nosotros, son más pacientes que nosotros,
más humildes,… No tienen vergüenza de qué le dirán desde fuera, hacen oídos
sordos, apenas balan, eso sí, dejan un rastro a su paso que dejan huella. Han
sido importantes, han dado la nota, en silencio, todas unidas, a algunas le
miras la cara y parecen sonreír, formando un todo, y encima conseguirán su
objetivo, único, deseado y que no es
otro que su ración alimenticia para el futuro. Se conforman con poco. Y aquí el
quid de la cuestión.
El hombre, la mujer, no es así.
Al hombre y la mujer les ha perdido el raciocinio. El razonar, nos hace
diferentes unos de otros, que viene bien, pero para este caso no. En cuanto uno
piensa, échate a temblar. Si tiene poder, o carguillo, ya mejor que
desaparezcas. ¿Quién se conforma con poco?, la respuesta es clara: quienes han
sucumbido a salirse del rebaño. Esos,
que lo único que han podido hacer es ponerse a los pies de un carguillo, ahora
se ven abandonados a su suerte. Y es que, oveja herida, oveja muerta.
El poder de algunos o algunas, no
lo han sabido aprovechar. El engrase de esta máquina llamada mundo, lo han
guardado a buen recaudo esos carguillos. Ese engrase se llama dinero, sin
engrase, la máquina no funciona. Sin máquina no se produce, y si no se produce,
mueres. Lo mismo que una oveja. Si se para, no comerá, morirá, y por tanto
adiós a la lana, adiós al queso, adiós oveja,… adiós.
Sin embargo el poder, el
carguillo, sigue recopilando su producto, ya que lo ha invertido en otros
menesteres, y en esos, ahí sí que producen. Y para él, esa máquina habrá muerto
por falta de engrase, pero tendrá otra que engrasar y posteriormente matar… Y
así gira este ejemplo, bueno este ejemplo y nosotros. Desgraciadamente en estos
tiempos abundan carguillos hasta debajo de las losas, pero no podemos parar sus
máquinas, son las que nos dan de comer, o la que si ahora no nos dan, nos dieron
o nos darán.
Qué difícil esto de vivir dónde
vivimos y cómo vivimos. Este agotamiento, las ovejas no lo tienen. Ellas van
siempre fuertes, gozosas, pues su puerta del fondo la están viendo para darse
el festín. Eso podría hacer el hombre,
mirar esa puerta del futuro, la que tenemos delante y no vemos. La que nos
haría vivir con la alegría que nos merecemos pero, ¿cómo decirle a uno del
rebaño que se ha salido que sonría aunque no tenga engrase para su familia?
¿Qué decirle? ¿Cómo ayudarle a reír? ¿Cómo mostrarle nuestra solidaridad? …
La respuesta la tienen las ovejas,
esas que ayer cruzaban desde el puente del Arenal hasta la avenida Carlos III
para encarar la Cañada Real Soriana…
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