Era nuestro estandarte en Mayo. Es nuestra fiesta identificativa. Será el orgullo que nos reconozca fuera de nuestras fronteras. Los patios de Córdoba, no son únicamente piezas arquitectónicas únicas y conservadas, es algo tan difícil de explicar que se puede asemejar a un SENTIMIENTO. ¿Cómo definimos un sentimiento?...imposible. Pues los patios de Córdoba igual. En ese recinto existía una armonía, una vida, una fragancia, una cortesía, amabilidad, hermandad...todo en uno hacían el patio. Ese patio, el de antaño, en el cual, todo era de todos, y todos eran de todo.
Aunque vivían muchas familias y éstas tenían su propia casa, sólo existía una puerta, la de entrada. Las puertas estaban abiertas como el corazón de cada uno de los vecinos y vecinas que allí se congregaban. La pila tenía su horario, el baño, en ocasiones uno para todo el patio, era de servicial uso, la cocina, también a veces única, preparaba los pucheros para todos los vecin@s y la encargada normalmente era, la mujer de más edad, que aderezaba con sus guisos a los que venían de su jornal en el campo o huerta. Esta gente no era rica de materia, era rica en lo más importante, de corazón. Si alguien sufría, todos sufrían, si alguien lloraba, todos lloraban, si alguien se alegraba, todos se alegraban,...no existía la envidia, pues sólo se tenía lo que se podía. El rencor se quedaba de patio para afuera, y el que pasaba, ese, esa....disfrutaba, entraba como en un mundo externo, en otro mundo. Qué tiempos, os aseguro, que hoy en día lo echaríamos de menos. ¿Cuántas niñas habrán jugado a la comba? o ¿cuántos niños a la pelota? ¿cuántas jovencitas cosían o crocheaban entre fragancias de geranios, gitanillas o jazmín? la enseñanza para muchos era la vida del patio. Y muchos de estos niños o niñas son hoy son o fueron nuestros padres. Preguntad..., todos hemos tenido relación antaño con el patio cordobés, pero con su adentro:
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